Creampie Profundo Empieza Con Sexo En El Balcón.

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Elisa era una mujer bella y sensual de 26 años. Trabajaba como diseñadora gráfica y acababa de mudarse a la ciudad grande para iniciar una nueva etapa de su vida.

Alquiló un pequeño apartamento en un edificio de estilo neoclásico, muy bien ubicado. El casero, un apuesto hombre de ojos azules, se mostró encantador y le ofreció un trato especial de bienvenida. Elisa aceptó complacida, embelesada por su galanura. Una vez firmados los papeles, el casero, cuyo nombre era Mateo, le enseñó la cocina totalmente equipada y le dijo que podía quedarse a cenar con él si así lo deseaba.

Elisa sonrió, encantada de su hospitalidad. No le pareció buena idea quitarle más tiempo, por lo que declinó la invitación con delicadeza. Mateo se mostró comprensivo y le dijo que podría pasarse cuando quisiera.

A los días, Elisa se sintió sola y decidió aceptar la invitación. Practicando sus dotes culinarias, Mateo preparó una deliciosa cena a la luz de las velas. El vino y la conversación fluía.

Poco a poco, Elisa fue descubriendo en Mateo a un hombre culto, divertido y extremadamente atractivo. Su mirada se volvió cálida y brillante, prendida a la suya. El coqueteo inocente se transformó en algo más, algo difícil de disimular. Al final de la velada, Elisa se sintió confusa y excitada. ¿Qué estaba sintiendo por su casero? Mateo la acompañó a la puerta de su apartamento, donde sus labios se rozaron apenas, cargados de tensión. El aire se volvió denso entre ellos. Elisa contuvo la respiración, sintiendo el calor de su cuerpo a escasos centímetros del suyo. Mateo inhaló su fragancia, embriagado. Sus miradas se fundieron en un mar de oscuridad y deseo.

Finalmente, la invitó a pasar y Elisa aceptó, entregándose a las caricias apasionadas y a la lujuria desbordante de la noche. Habían traspasado límites y ya no había vuelta atrás. El apartamento se convirtió en el escenario de encuentros prohibidos y sensuales, sumergiéndolos en una historia de deseo ardiente y delicioso pecado. Nada volvería a ser igual después de aquella noche, y no lo querían. Dejarían que el placer y los secretos se apoderaran de ellos.

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