Camila era una mujer delgada y esbelta de cabello negro azabache. Su novio, Adrián, la veía como una diosa y siempre procuró saciar sus deseos.
Un día, Camila se quejó de dolores musculares después de una sesión extenuante de yoga. Adrián se ofreció a darle un masaje reconfortante y relajante. Camila aceptó encantada.
Adrián la acostó en la cama y la cubrió con una toalla. Comenzó a masajearle los músculos del cuello y los hombros con aceite esencial de lavanda. Camila suspiró, sumergiéndose en la relajación.
Poco a poco, Adrián fue descendiendo por su espalda desnuda, plasmando caricias de seda sobre su piel. Sus manos siguieron el contorno de sus costillas y cintura, descendiendo luego por sus glúteos y muslos.